Esta obra nació
del recuerdo de la autora por su abuela. Esas MUJERES del campo, fuertes,
que se hacían cargo de la genealogía familiar habida y por haber. A veces
pensamos que el feminismo es un logro de los últimos cincuenta o cien años, sin
embargo, había modos de acción femeninos que permitían a determinadas mujeres
salir adelante solidarizadas entre ellas. En un mundo donde el varón es rey y
las mujeres servidumbre, ellas debían encontrar el subterfugio para sobrevivir
en la eterna dicotomía masculina de la presencia y la ausencia. La presencia
del hombre era como la luz del faro que dura apenas un instante; luego seguían
a esa luz los infinitos doce segundos de oscuridad. El Fruto habla de aquellas
mujeres capaces de ver y obrar en esos doce segundos de oscuridad.
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